lunes, 23 de abril de 2007

23 abril. Crispar, ese verbo defectivo

Crispar es para el buen siniestrita, tipo Rosa Regàs, y para el buen monjita, tipo Carodísimo y Generalísimo Rovira, un verbo defectivo. Carece de primera persona del singular y del plural. Se conjuga así: “tú crispas, él crispa, vosotros crispáis, ellos crispan”. Bien lo saben, son personas cultas, uno escribe libros y el otro gusta de citar a poetas en sus discursos.
No crispo yo, que abucheo o amenazo o descalifico a Fernando Savater o a Buesa. Crispas tú o él, que abucheáis o amenazáis o descalificáis a Rosa Regàs o al Carodísimo y Generalísimo Rovira o al abad lehendakari.
No crispo yo, que pego una patada en los cojones de Aguirre el día en que el abad lehendakari va a declarar ante el juez. Crispan los cojones de Aguirre.
No crispo yo, que impido que los niños estudien en castellano. Crispas tú o el padre ese que quiere que su hijo estudie también en castellano, esa lengua civil.
No crispo yo, que multo a los comercios que no rotulen en catalán. Crispas tú o el comercio ese que se empeña en rotular en castellano, esa lengua no sagrada.
No crispo yo, que impongo la paridad electoral. Crispas tú o ése que no encuentra hombres o mujeres capaces.

Hay también más personas cultas que saben conjugar verbos defectivos. A saber:
-El violador: crispa la mujer violada que me denuncia ante el juez, la muy puta.
-El terrorista: crispa la nuca de ese concejal que va delante de mí, la muy cabrona nuca, tan redondita, con ese huequito en medio, tan bonita.
-El maltratador: crispa la mujer que me denuncia, la muy exagerada.
-El ladrón: crispa esa carterita en el bolsillito del pantalón y crispa ese tipo rico con esa casa tan grande.
-El dictador: crispan ésos, con sus melenas y sus cuadros vanguardistas y sus libros irreverentes, los muy subversivos.

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